Tecnología digital
Danica Kragic

Atreverse a ser diferente

La profesora Danica Kragic se ha propuesto crear robots que hagan lo que nosotros no queremos, no podemos o no debemos hacer. Al mismo tiempo, está abriendo un debate sobre ética y responsabilidad.

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Han pasado apenas cinco minutos desde que empezó nuestra entrevista cuando suena el teléfono de la profesora Danica Kragic. “Disculpa, pero esta la tengo que contestar”, dice. Hace poco, un donante importante aportó 100 millones de euros a un programa sueco de inteligencia artificial (IA) y Kragic es responsable de repartir los fondos a los proyectos de investigación.

“Que te dén dinero y confianza conlleva responsabilidad, y ahora mismo tengo 100 millones de responsabilidades”, suspira Kragic. Pero no cabe duda de que el dinero está en buenas manos. Kragic es profesora y vicedecana de la Facultad de Informática y Comunicación del Real Instituto de Tecnología, KTH, en Estocolmo. También es directora del Centro de Sistemas Autónomos, además de miembro de la Real Academia Sueca de Ciencias y de la Real Academia Sueca de Ciencias de la Ingeniería. Y es vocal de los Consejos de Administración de Saab y FAMAB, una compañía sueca de gestión de activos de fundaciones.

Probablemente, la definición que mejor la resume es “persona multitarea”, algo que atribuye al amor y la atención que recibió de niña. “Quería sacar buenas notas en el colegio y devolver algo a mi familia”, dice. “Es algo que sigo sintiendo; hay una necesidad de devolver algo de lo que me han dado”.

Kragic pasó su infancia en Croacia; descubrió su especialización actual y Suecia por casualidad cuando vio un anuncio en 1996 para trabajar en el ámbito de la robótica, en el recién inaugurado Centro de Sistemas Autónomos del KTH. “Salió bien por una combinación de suerte, interés y formación”, explica. Le dieron el puesto.

“Empecé y odiaba todo”, exclama Kragic con su sinceridad característica. “Al principio era la única chica, la única extranjera y la única que no se había graduado en el KTH. Ni mi comportamiento, ni mi manera de vestir, ¡nada de lo que era yo encajaba!”

Pero Kragic nunca se rinde y perseveró con su nuevo empleo. Ahora que han pasado más de 20 años, sigue disfrutando de la dinámica de trabajar con gente joven y los desafíos de la investigación de la robótica.

Danica Kragic Jensfelt

Nacimiento: Rijeka, Croacia, 1971

Residencia: Suecia

Familia: Marido y dos hijos

Trabajo: Profesora de la Facultad de Informática y Comunicación del Real Instituto de Tecnología, KTH

Moda: Kragic participa en la campaña “Mujeres que marcan la diferencia” de la diseñadora de moda Carin Rodebjer.

Logros: Fue investigadora visitante en la Universidad de Columbia y la Universidad Johns Hopkins, en los Estados Unidos, y en INRIA Rennes, en Francia. Es doctora honoris causa por la Universidad de Tecnología de Lappeenranta en Finlandia y recibió el premio Early Academic Career Award de la Sociedad de Robótica y Automatización del Instituto de Ingeniería Eléctrica y Electrónica (IEEE) en 2007.

Actividades de ocio: Pasar tiempo con su familia y curiosear por los mercadillos en busca de tejidos viejos de crochet que pueda transformar en prendas nuevas.

Danica Kragic cree que la automatización crecerá en los entornos industriales para hacerse cargo de las tareas pesadas, sucias y peligrosas.
Danica Kragic cree que la automatización crecerá en los entornos industriales para hacerse cargo de las tareas pesadas, sucias y peligrosas.

Kragic trabaja con robots que dan libertad a las personas para que puedan dedicarse a lo que les interesa o a lo que hacen bien; no pretenden sustituir a las personas, como muchos temen. Cree que la automatización crecerá en los entornos industriales para hacerse cargo de las tareas pesadas, sucias y peligrosas. “Se trata de usar la tecnología para hacer cosas que los humanos no podemos, no queremos o no debemos hacer”, explica. Por ejemplo, levantar objetos pesados, emplear mucha fuerza o ejecutar tareas difíciles, como cortar líneas muy rectas.

Personalmente, a Kragic le gustaría tener un robot que la ayudara en casa, sobre todo con su hijo, que tiene necesidades especiales. “Me gustaría un robot que llevara a Jonathan de la mano y que lo cuidara cuando yo no puedo estar con él”, continúa. “Se podría programar al robot para que fuera empático y amoroso con él, como si estuviera conmigo. Honestamente, creo que a todos los padres les gustaría una cosa así”.

Tengo opiniones muy formadas sobre el uso de los robots para ayudar a la gente.
Danica Kragic

Kragic también cree que los robots ayudarán a una población envejecida. “Estamos trabajando con robots capaces de interactuar con diferentes materiales y objetos para mejorar su destreza manipulativa, que es actualmente uno de sus puntos débiles”, admite. “Tengo opiniones muy formadas sobre el uso de los robots para ayudar a la gente o como mediadores, diciendo qué está bien o mal sin aportar valores personales a la cuestión”.

Los dilemas éticos de las nuevas tecnologías a veces no la dejan dormir. Como investigadora, quisiera que otros la ayudaran a soportar la carga. “Impulsamos el desarrollo de la tecnología, pero no queremos asumir ninguna responsabilidad”, dice. “La gente compra un celular pero no entiende el software. Por lo tanto, ¿se les debería prohibir que utilicen determinadas aplicaciones? ¿Quién es responsable si alguien hackea tu cortadora de pasto para que pase por encima del gato de tu vecino? Se necesita una licencia de conducir para manejar un auto. Quizás habría que certificar también a los usuarios de IA”.

Kragic plantea estos temas en sus conferencias e incluso ha participado en conferencias dramatizadas con el Real Teatro Dramático Sueco en colaboración con el Centro Nobel. “Nuestra responsabilidad como académicos es tratar de llegar a un público tan amplio como podamos, y una actuación artística es uno de los recursos que uso”, afirma. “Se trata de construir vínculos en la sociedad entre personas y comunidades, y hacer las cosas de manera diferente”.

Cuando no trabaja, Kragic cose. Es algo que siempre ha hecho. “Aprendí de niña a trabajar con agujeros y formas, y a hacer cosas con pequeños retales”, explica.
 

Tanto le apasiona la costura que es capaz de levantarse a las 6 de la mañana, mientras el resto de la familia está durmiendo, para cortar tela para un vestido o reflexionar sobre la mejor manera de estructurar una manga. “Hacer algo con las manos me relaja, y me gusta el proceso creativo de construir y pensar en cómo estructurar el trabajo”, dice. “Requiere un proceso mental que te absorbe y te aleja de todo lo demás”.