Un puente a la historia

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Resumen

El Puente Colgante fue construido en la década de 1890 y reconstruido a principios de los años 40. Las torres se elevan 50 metros por encima del río Nervión. Fue el primer monumento industrial de España declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Hay una pasarela superior, a la que se llega mediante ascensores con paredes de vidrio en el interior de cada torre. Cerca de 16.000 personas utilizan el puente cada día, a pie o en coche. Es una infraestructura esencial para la comunicación entre las dos márgenes del río. Hasta la fecha, más de 400.000 turistas han visitado el puente

En el País Vasco se encuentra un logro emblemático de la ingeniería española. El Puente Colgante que, situado aguas arriba del puerto de Bilbao, y apoyado sobre horquillas, se levanta sobre el río Nervión como un gigante de acero.

El nombre oficial del Puente Colgante es Puente de Vizcaya, y es uno de los pocos puentes transbordadores en funcionamiento que quedan en el mundo. El puente une el barrio de Las Arenas con el pintoresco pueblo de pescadores de Portugalete y forma una parte muy necesaria de la vida de miles de personas, pues transporta en ambos sentidos a automóviles y peatones. El Puente Colgante funciona las 24 horas del día, 365 días al año.

El principio de su funcionamiento es muy sencillo. Dos torres en cada orilla se conectan entre sí por medio de vigas de celosía de acero transversales, y sobre estas vigas están tendidos dos juegos de carriles. Sobre estos carriles se desplazan 12 motores eléctricos de los cuales están suspendidos los cables que aguantan la barquilla. El principio es similar al utilizado en las telecabinas de las estaciones de esquí y los funiculares. Las torres, las vigas y los carriles están anclados en hormigón a ambas márgenes del río por medio de una serie de gruesos cables de acero.

¿Cómo nació este puente? A un brillante arquitecto vasco, Alberto de Palacio y Elissagüe, que ya había
diseñado el Palacio de Cristal en Madrid, se le encargó
a finales de la década de 1880 elaborar un proyecto que conectara ambas orillas del río Nervión en su desembocadura. Los tres requisitos que debía cumplir imprescindiblemente el proyecto eran que no debía dificultar la navegación, debía poder trasladar pasaje, mercancías y ganado, y su coste de construcción debía ser razonable. Después de haber estudiado y descartado varios tipos de puente –giratorio, levadizo, basculante y fijo– Palacio decidió que la mejor solución sería un puente lo suficientemente alto para permitir el paso de barcos grandes, con una barquilla para los pasajeros suspendida desde un sistema de cables móviles. El principio ya era conocido (un ingeniero americano había publicado un diseño para un puente transbordador en 1869), pero el Puente Colgante sería el primero en construirse.

Palacio era amigo de Gustave Eiffel y un admirador ferviente tanto de la técnica como de la estética de la Torre Eiffel. Decidió utilizar un sistema similar, colaborando con un joven ingeniero francés igualmente
brillante, Ferdinand Arnodin, quien más tarde empleara técnicas similares en el puente transbordador de Newport, en Gran Bretaña. Fue Arnodin quien ideó la solución estructural de reforzar toda la estructura con un sistema de cables de acero de gran grosor fijados en bloques de hormigón en ambos lados del puente. La construcción empezó en 1890 y el puente se inauguró en 1893. Reflejando las costumbres sociales del tiempo, la barquilla estaba equipada con asientos cubiertos para los pasajeros de primera clase, mientras que los pasajeros de segunda clase estaban en una sección central abierta, que tenían que compartir con ganado, mercancías y carruajes.

El puente ha tenido una historia accidentada. Durante la Guerra Civil, sufrió daños leves en los bombardeos pero en 1937 fue volado por las fuerzas republicanas. Su travesaño cayó al río y las torres sufrieron daños importantes, irónicamente a tan sólo cinco días del fin de los combates en el País Vasco. La reconstrucción no empezó hasta 1939, pero a mediados de 1941, el puente ya funcionaba nuevamente, explotado por la misma empresa privada, que lo administró hasta 1996, cuando fue traspasado a una nueva sociedad gestora, El Transbordador de Vizcaya.

Con un puente de este tipo en constante funcionamiento, la seguridad y el mantenimiento son máximas prioridades. La sociedad gestora emplea a un equipo de cinco personas que vigilan continuamente su condición mecánica y estructural. A la cabeza del equipo está José Ramón, un ingeniero vasco fornido y tenaz que lleva 25 años trabajando allí. «El puente es mi vida», proclama con orgullo, antes de explicar algunos de los retos a los que se debe enfrentar. Señala que el puente funciona en condiciones difíciles y agresivas. «Tenemos que combatir los efectos de la contaminación industrial, además de vientos fuertes, cambios bruscos de temperatura, sal, lluvia y niebla. ¡Por eso la barquilla tiene 18 cables de seguridad!».

El impacto de las condiciones medioambientales hostiles se ve con más claridad en los componentes de los carros de cables que se desplazan sobre los carriles del travesaño. Cada carro motorizado tiene 36 ruedas y cada rueda está equipada con dos rodamientos principales. Seis de las ruedas en cada carro están motorizadas individualmente. «Nuestro mayor problema ha sido los fallos de los rodamientos en los carros motorizados», comenta Ramón. «Y llegar a ellos, claro. Un acróbata no duraría ni 10 minutos en este trabajo».

Ramón y su equipo están acostumbrados a desperfectos en los rodamientos y siempre están preparados para reparaciones de emergencia. «Tenemos suficiente potencia y flexibilidad para mantener la barquilla en movimiento, incluso con algunos rodamientos averiados, y estamos comprometidos a mantener el puente en funcionamiento, pase lo que pase», dice. «No puede haber pasajeros atrapados a dos metros por encima de la superficie del agua». Pero después de una avería especialmente grave de los rodamientos en 2006, la sociedad se puso en contacto con SKF, pidiéndole ayuda para desarrollar un rodamiento más robusto y menos vulnerable a las condiciones ambientales. SKF propuso una solución basada en los rodamientos suministrados a usuarios que trabajan en condiciones de montaña, como las estaciones de esquí: un rodamiento que utiliza un material compuesto poroso impregnado con un lubricante y que conserva el lubricante incluso cuando se rompe la cubierta protectora.

Fieles a su compromiso con la seguridad y la fiabilidad, Ramón y su equipo siguen trabajando para mantener el Puente Colgante en funcionamiento, noche y día. «Somos parte de una historia viva», dice Ramón con orgullo justificado. El Puente de Vizcaya es la primera obra de la ingeniería española declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.


La solución Solid Oil

SKF suministra rodamientos para los carros motorizados del Puente Colgante desde 2002. Después de un paro imprevisto del puente por el fallo de rodamientos en 2006, el distribuidor local, RADIAL, se puso en contacto con Jesús Carlos Arce Lastra, jefe de cuentas de área de SKF. Los ingenieros de SKF en Madrid tenían una solución de aceite sólido ya disponible, Solid Oil. Esta forma de lubricación había sido desarrollada para casos con problemas de acceso que impiden la relubricación y requieren una exclusión eficaz de la contaminación. Recurriendo a soluciones ya desarrolladas para otros usuarios en entornos hostiles como estaciones de esquí y de montaña, SKF pudo dar una respuesta rápida, desarrollando y fabricando un rodamiento especial para los carros motorizados del puente, que incorporaba un lubricante semisólido en un material compuesto poroso impregnado de aceite.
Esta solución ha combatido con éxito el impacto del mal tiempo, la corrosión, las vibraciones y la tensión general. Incluso si se dañan las cubiertas protectoras, el rodamiento conserva su lubricante. En el año que ha transcurrido desde que se instalaron los rodamientos, la fiabilidad de los carros motorizados que aguantan y desplazan la barquilla ha mejorado significativamente.