Richard Florida – La ciudad orgánica
Richard Florida es un pensador de fama mundial, con un registro que va desde la importancia del lugar para la creatividad humana hasta el desarrollo regional y la competitividad económica.
Richard Florida es un pensador de fama mundial, con un registro que va desde la importancia del lugar para la creatividad humana hasta el desarrollo regional y la competitividad económica.
Industria
Según Richard Florida, científico urbano estadounidense, Pittsburgh, en Pensilvania, era el lugar perfecto donde vivir y trabajar cuando, siendo un joven académico con ganas de divertirse, llegó a esa ciudad en 1987. Aunque la destrucción de empleo había sido catastrófica, tras el hundimiento de la renombrada industria siderúrgica local, Pittsburgh experimentó un resurgimiento económico que transformó la ciudad en un centro de referencia médica y tecnológica y en un modelo de renovación urbana en Estados Unidos. «Los políticos municipales lo hicieron muy bien», recuerda Florida, que trabajó durante 18 años en esa ciudad como profesor de política pública y desarrollo económico regional en la Universidad Carnegie Mellon. «Otorgaron ventajas fiscales para atraer empresas que crearon muchos empleos bien remunerados, y construyeron infraestructura moderna. La ciudad tenía mucho que ofrecer».
A pesar de ese éxito, Florida se percató de que, con el tiempo, muchas personas felices y con talento –el tipo de gente que la ciudad se había esforzado por atraer y con quienes contaba para construir su futuro económico– se estaban marchando de Pittsburgh para vivir y trabajar en otras ciudades. Florida no quiso conformarse con la explicación convencional (más diversión y más dinero) y emprendió un estudio científico para descubrir los motivos reales, o al menos proponer una teoría al respecto. Buscaba, en definitiva, el alma de la ciudad moderna. Sus investigaciones, publicadas en media docena de libros a lo largo de la última década, han revolucionado la ciencia global de la planificación urbana y le han reportado un renombre internacional.
A Florida se le conoce sobre todo por su concepto de «clase creativa», una idea que forma la base de su tercer libro, The Rise of the Creative Class («El ascenso de la clase creativa»), todo un éxito de ventas. Florida sostiene que la creatividad es hoy, más que nunca, el principal motor del crecimiento económico, la transformación y la modernización de las ciudades. También identifica y define a un grupo de personas que, según él, constituyen los instrumentos o catalizadores de ese cambio y cuya presencia en grandes cantidades en las áreas metropolitanas modernas es esencial para que esas áreas puedan alcanzar el máximo nivel de desarrollo económico. A estas personas imprescindibles les llama la «clase creativa», que incluye trabajadores de sectores de alta tecnología y de todas las especialidades de la ingeniería, así como artistas, músicos y homosexuales, y «grandes bohemios», personas que han sido marginadas, que muchas veces viven en la miseria y tienen un estilo de vida poco tradicional. En total, argumenta Florida, estos grupos engloban unos 40 millones de personas, o una tercera parte de la población activa de Estados Unidos.
Más qe contribuir con un estilo de vida a la ciudad, Florida cree que las decisiones que estas personas creativas toman sobre dónde y cómo trabajar, vivir y divertirse son fundamentales para definir desde la organización de los centros de trabajo y el desarrollo de las zonas urbanas, hasta qué empresas –e incluso ciudades– seguirán creciendo y prosperando y cuáles se debilitarán y fracasarán. «La clase creativa fomenta un entorno abierto y dinámico», dice Florida. «A su vez, este entorno atrae a más personas creativas y más empresas y capital».
El gran reto para los urbanistas, añade, es crear y mantener lo que llama las «3 T» del crecimiento económico de las ciudades: tecnología, talento y tolerancia. Además de ofrecer bonificaciones fiscales y otros incentivos económicos para atraer a empresas y personas creativas, afirma que los políticos municipales deben trabajar para crear un «clima favorable para las personas», que aporte un sentido de bienestar y pertenencia a ciudadanos de todas las edades y todas las procedencias. «Evidentemente, la gente debe sentirse segura», dice. «Pero también debe sentirse parte de la comunidad en la que vive».
Una planificación urbana inteligente es fundamental para lograr ese objetivo, dice Florida. Por ejemplo, en lugar de invertir recursos en infraestructuras tradicionales de elevado coste, como autopistas, edificios de gran altura para oficinas, instalaciones deportivas y centros comerciales, las ciudades y regiones deben gastar más en sus «recursos regenerativos», creando barrios comerciales y residenciales integrados, acogedores y ecológicamente sostenibles. Asimismo, sugiere que las ordenanzas municipales y actividades cívicas –desde los horarios de apertura de los comercios hasta las festividades étnicas– deben reflejar la cultura y la composición demográfica de sus habitantes.
Para ayudar a planificar e implementar esos esfuerzos, Florida también recomienda el uso de métodos y herramientas innovadores para cualificar y cuantificar a las poblaciones urbanas. Un ejemplo es su sistema de evaluación que clasifica las ciudades en función de conceptos como el «índice de bohemios», el «índice de homosexuales» y el «índice de diversidad». Florida nombra a San Francisco y Silicon Valley –donde hasta la mitad de los emprendedores nacieron en el extranjero– como «ejemplos de lugares capaces de atraer y generar un talento excepcional desde todos los rincones del planeta».
Aunque elogiado en muchos círculos en Estados Unidos y otros países (The Rise of the Creative Class, por ejemplo, fue considerado una idea revolucionaria por la Harvard Business Review, mientras el Globe & Mail de Toronto lo llamó «una proeza intelectual»), las ideas y teorías de Florida sobre las ciudades también han irritado a muchos académicos y periodistas. «Florida se ha propuesto codificar y describir un movimiento que ya ha iniciado», observa uno. «Se ha aprovechado de un proceso que ha ido evolucionando en las ciudades norteamericanas desde que tocaron fondo en los años 70. Como en el Soho, donde los artistas reciclaron inmuebles infravalorados y les dieron una nueva funcionalidad, devolviéndoles su atractivo para el sector inmobiliario». Dice otro: «Cuando uno lee la definición que hace Florida de su clase creativa, cuesta diferenciarla de nuestros viejos amigos de los años 80, los yuppies».
A Florida no le preocupan las críticas. Actualmente vive en Canadá, donde es director académico del Martin Prosperity Institute en la Rotman School of Management de la Universidad de Toronto y fundador de una empresa global de servicios de asesoramiento llamada Creative Class Group. También es un conferenciante muy solicitado y defensor acérrimo de una actitud de tolerancia, apertura y diversidad respecto a los homosexuales, artistas y personas creativas de toda índole, y no le falta razón. «El hecho es que las empresas florecen en esas comunidades donde existe una reserva importante de talento», dice Florida, cuyo último libro, Who’s Your City? («¿Quién es tu ciudad?») explora cómo la economía creativa está creando lugares para las decisiones más importantes de nuestra vida. «El futuro pertenece a esos lugares», dice.