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El cielo es el límite

El cielo es el límite

A sus 94 años, el ingeniero aeronáutico Karl Bergey no afloja el ritmo. Tras una vida dedicada a la innovación, Bergey enfoca sus energías en el trabajo con estudiantes para desarrollar un avión capaz de batir un viejo récord de altitud.

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Karl Bergey

Nacimiento: El día de Navidad de 1922
Residencia: Norman, Oklahoma
Formación académica: Graduado en Penn State y en el Massachusetts Institute of Technology.
Logros: Profesor emérito de ingeniería de la Universidad de Oklahoma, fundador y presidente de Bergey Windpower Company, y director fundador de Bergey Aerospace. Bergey ha escrito más de 50 artículos técnicos y recibido numerosos premios.
Familia: Padre de cuatro hijos. Sus hijos Mike y Dan son, respectivamente, presidente y vicepresidente de Bergey Windpower. Su hijo Andrew trabaja en la televisión en Colorado y su hija Elizabeth es profesora de biología en la Universidad de Oklahoma.
Actividades de ocio: Literatura, dramaturgia, estudiar Shakespeare y su relación con Christopher Marlowe, y trabajar en su granja.

El 22 de octubre de 1938, el piloto italiano Mario Pezzi y su pequeño biplano se elevaron hasta la estratósfera, y llegaron hasta 17 083 metros por encima del nivel del mar, un récord mundial de altitud para un avión de hélice propulsado por motor a pistón que, 79 años después, todavía permanece imbatido. En aquel entonces, Karl Bergey era un joven de 15 años. Hoy, con 94, aspira a batirlo.

“Solo queremos batir ese récord”, dice Bergey con una sonrisa. “No buscamos nada más”. Bergey se está refiriendo al proyecto para crear un avión de investigación de gran altura (high-altitude research plane, HARP) con la empresa de diseño que él fundó, Bergey Aerospace, y en colaboración con la Universidad de Oklahoma. El objetivo es que el avión supere los 18 000 metros. Aunque pueda parecer un sueño inalcanzable para una persona casi centenaria, haríamos bien en no subestimar la capacidad de Bergey. Otra empresa suya, Bergey Windpower, tiene como lema “Impulsa tu sueño con el viento”, una consigna que también podría aplicarse a su vida.

Los aviones me apasionan desde que tengo memoria.
Karl Bergey

“Los aviones me apasionan desde que tengo memoria”, dice Bergey. Le fascinaban sobre todo los cuentos de Antoine de Saint-Exupéry, el escritor, poeta, periodista y aviador que desapareció sobre las aguas del Mediterráneo durante la Segunda Guerra Mundial. Bergey hizo suya una de las máximas de Saint-Exupéry: “La perfección no se alcanza cuando no hay nada más que añadir, sino cuando no hay nada más que quitar”, y convirtió así la sencillez en uno de los sellos distintivos de su trayectoria profesional.

Para hacer realidad sus sueños, Bergey se graduó en ingeniería aeronáutica en Penn State, habiendo tenido que interrumpir sus estudios para participar en la Segunda Guerra Mundial, y posteriormente obtuvo una maestría en el Massachusetts Institute of Technology. Empezó a trabajar en California, donde conoció a su esposa, Patricia. Cinco años después, se trasladaron a Vero Beach, Florida, donde diseñó una de las avionetas más populares, el Piper Cherokee, en 1960. El Cherokee sigue fabricándose, con unas 40 000 unidades construidas hasta la fecha.

“Siempre he buscado la sencillez”, dice Bergey. “Para minimizar costos, el diseño debe requerir el menor número de piezas posible”.

Karl Bergey
Karl Bergey sigue aspirando a batir el récord mundial de altitud para un avión de hélice propulsado por motor a pistón.

Bergey aplicó esta teoría a las turbinas eólicas que diseñó en Bergey Windpower, la empresa que fundó con su hijo Mike en 1979. Bergey Windpower, uno de los primeros fabricantes de turbinas eólicas pequeñas, ha persistido con su sencillo modelo de tres piezas móviles libres de mantenimiento programado, mientras cientos de empresas de energía eólica nacían y morían alrededor suyo.

En su último libro, Wind Energy for the Rest of Us (2016), Paul Gipe, editor del informe sectorial sin fines de lucro Wind-Works.org, describe a Bergey Windpower como una de las historias de éxito del sector aeroespacial. “Hay pocas cosas tan sencillas como una turbina eólica Bergey”, escribe. “Se puede decir sin temor a equivocarse que (…) Bergey Windpower ha sido la empresa eólica de más éxito. Su marca es conocida en todo el mundo”.

Bergey ha vendido turbinas eólicas en más de 80 países y los 50 estados de los Estados Unidos. “Una de las claves del éxito perdurable de la empresa es el hecho de que sea un negocio de propiedad familiar”, continúa Gipe.

Pero los Bergey también han tenido que superar obstáculos. Tanto el padre como el hijo conocen los retos de conciliar negocio y familia y, durante todos los años que dedicó a construir la empresa eólica, Karl Bergey siempre anhelaba volver a su primer amor, la aviación, un sueño que por fin cumplió con Bergey Aerospace. También ha consolidado una carrera académica en la Universidad de Oklahoma como profesor de ingeniería aeronáutica, y sigue trabajando con sus mejores estudiantes en el proyecto HARP para su empresa aeroespacial.

“Siempre fue un referente para sus estudiantes”, observa Mike Bergey. “Trabajó duro para ellos y realmente lo adoraban”.

Cuando se le pregunta por sus mayores logros, Karl Bergey no tiene dudas: “Tuve cuatro hijos maravillosos y diseñé un avión, el Piper Cherokee, que fue muy bien acogido en su momento. De hecho, se han construido más de 40 000 unidades. Y también he tenido algunos grandes fracasos”.

Para mantenerse en forma, Bergey cultiva la tierra en su granja de 16 hectáreas y supervisa el desarrollo del avión HARP. Sigue siendo Presidente del Consejo de Administración de Bergey Windpower, mientras sus hijos Mike y Dan, como presidente y vicepresidente de la empresa, la mantienen en la cima del sector. Los Bergey auguran un futuro sólido con mercados en crecimiento, y un diseño que ahorrará costos que se desvelará próximamente.

“No ha sido fácil”, dice Mike. “No lo habríamos conseguido sin él”.