Joan Higginbotham – Astronauta por casualidad
Resumen
EDAD: 43 años
FAMILIA: Novio y un gato
FORMACIÓN ACADÉMICA: Licenciada en Ingeniería Eléctrica, Máster en Dirección de Empresas, Máster en Sistemas Espaciales
AFICIONES: Entrenar y estar con sus amigos
El 9 de diciembre de 2006, Joan Higginbotham viajó en el transbordador espacial Discovery hasta la Estación Espacial Internacional. Cuatro meses después, visitó SKF en Gotemburgo, Suecia, junto con unos colegas, y allí habló con Evolution acerca de sus experiencias.
Es una mañana frescay soleada de primavera en Gotemburgo, Suecia. Joan Higginbotham ha viajado a Suecia con la tripulación del transbordador espacial Discovery y participa en una conferencia en el Festival Internacional de la Ciencia en la Universidad Chalmers de Gotemburgo.
Aunque mucha gente ha venido a ver al primer astronauta sueco, Christer Fuglesang, Joan Higginbotham llama mucho la atención. Pequeña, casi menuda, y con una sonrisa contagiosa, no se parece en nada al estereotipo de astronauta.
Higginbotham confiesa que cuando niña y más tarde como estudiante, nunca soñaba con viajar al espacio. Quería ser ingeniera eléctrica y trabajar para IBM. Sin embargo, corría el año 1987 e IBM no contrataba a ingenieros.
«Mientras tanto, la NASA, que entrevistaba a potenciales empleados en nuestra universidad, estaba buscando ingenieros eléctricos y mecánicos», recuerda Higginbotham. «Yo no lo sabía pero recibieron nuestros currículos y un día, un directivo me llamó y me invitó a elegir entre dos puestos en el Centro Espacial Kennedy».
Al principio, dice, pensaba que le estaban gastando una broma, pero su interlocutor hablaba en serio.
«Me trajeron aquí en avión», dice. «Cuando vi la rampa de lanzamiento, que parecía algo de La Guerra de las Galaxias, pensé: ‘Eso lo puedo hacer’».
Así, en 1987, Higginbotham empezó a trabajar en el Centro Espacial Kennedy en Florida como ingeniera eléctrica en la división de Sistemas Eléctricos y de Telecomunicaciones. Más adelante, trabajó en la reconuración del compartimiento de carga para todas las misiones del transbordador y realizaba pruebas de compatibilidad eléctrica para todos los instrumentos y equipos que transportaba el transbordador. Pero todavía no se le había pasado por la cabeza ser astronauta.
«Estaba muy a gusto», dice Higginbotham, «y me seguían ascendiendo. Un día mi jefe me sugirió que podría ser una buena astronauta».
Al final, presentó una solicitud y fue seleccionada como candidata. En agosto de 1996, inició su formación. Cuando Higginbotham y el resto de la tripulación del Discovery STS-116 despegaron el 9 de diciembre de 2006, llevaban más de una década preparándose para ese momento.
«Realmente, no puedo describir la sensación cuando despegamos», dice. «Ojalá pudiera pero es una de esas cosas que tienes que experimentar tú mismo. Fue increíble. Estaba sentada entre Christer y otro tripulante y cuando despegamos, nos cogimos de la mano y levantamos los brazos por pura alegría y euforia».
Durante su estancia en el espacio, su trabajo consistía en manejar el brazo robótico de la Estación Espacial. Admite que tuvo momentos de nerviosismo.
«Cada vez que usabael brazo tenía un cargamento de valor incalculable al otro lado», explica Higginbotham. «La primera vez tenía una viga que debíamos instalar en la Estación Espacial. La segunda y la tercera vez, colgaba un tripulante».
De todos modos, la misión fue un éxito y, después de 12 días, 20 horas y 45 minutos, la primera misión espacial de Higginbotham había acabado.
¿Lo volvería a hacer?
«Sin ninguna duda», dice. «Si me dijeran mañana que volveré a subir dentro de cinco meses, diría: ‘Bueno, vamos’.
«Hay un par de cosas que hacen de esto algo muy especial», continúa Higginbotham. «Por una parte, es un logro personal. A nivel más global, ayudar a construir esta estación espacial internacional es la manera en que puedo contribuir con mi país. Además de los Estados Unidos, hay 15 países más que participan en el proyecto, así que contribuimos a fomentar la colaboración global».
Higginbotham es la tercera mujer afroamericana que viaja al espacio y esto también le parece un hecho importante.
«Hay muchos niños negros que no tienen a nadie que les pueda dar un ejemplo y la gente que ven en la televisión son proxenetas y traficantes de drogas», dice. «Necesitan algo positivo en su vida. Desde ese punto de vista, es muy importante».
Por otra parte, le cuesta pensar en sí misma como un ejemplo a seguir. Dice que intenta basar su vida en tres principios y si eso inspira a alguien, es «maravilloso».
«En primer lugar,intento ser buena persona, porque eso es algo que nadie te puede quitar», dice. «Segundo, intento ser una ciudadana honrada y productiva. Tercero, y más importante, intento no avergonzar a mis padres».
Su padre murió hace seis años, pero su madre todavía vive y, aunque estuvo nerviosa durante la mayor parte de la misión, hoy está muy orgullosa de su hija.
«Como todas las madres», dice Higginbotham, recalcando que en realidad es igual que cualquier otra persona. Su novio es dueño de una empresa de construcción, su hermano es cirujano ortopédico y su hermana es logopeda.
«Cuando no trabajo, me gusta entrenar en el gimnasio, me quita el estrés», dice. «Salgo con mis amigos. Vamos de compras, a cenar y nos ponemos al día, como cualquier otra persona. Somos personas muy corrientes. Sólo nuestro trabajo es extraordinario».