La evolución de las crisis
Las crisis financieras no son nada nuevo. La actual comparte muchas características con crisis anteriores, aunque muestre una magnitud que no se ha visto desde la Gran Depresión. Pero las crisis financieras evolucionan, lo que quizás explica por qué vuelven a aparecer una y otra vez, sorprendiendo a los expertos.
Las crisis financieras no son nada nuevo. La actual comparte muchas características con crisis anteriores, aunque muestre una magnitud que no se ha visto desde la Gran Depresión. Pero las crisis financieras evolucionan, lo que quizás explica por qué vuelven a aparecer una y otra vez, sorprendiendo a los expertos.
Industria
Aunque los primeros signos de la crisis financiera global actual y la subsiguiente depresión aparecieron hace más de un año, sus efectos devastadores no se hicieron sentir plenamente en los mercados financieros hasta septiembre del año pasado. Lo que ha ocurrido desde entonces formará parte de los libros sobre economía y finanzas del futuro. Sin embargo, el capítulo sobre cómo de grave y profundo será el impacto de la crisis actual sobre la economía real todavía no ha sido escrito.
Los orígenes de esta crisis se encuentran en el estallido de una burbuja inmobiliaria y en el desapalancamiento de las instituciones financieras con problemas de liquidez. Pero las crisis financieras, ya sea a nivel global o regional, tienden a producirse con cierta regularidad. Y, al igual que la economía y el propio sistema financiero, estas crisis evolucionan.
De forma más precisa, la actual tormenta financiera tiene sus raíces en las hipotecas sub-prime en los Estados Unidos. Se convenció a compradores poco solventes a firmar hipotecas, y sin comprobar su capacidad crediticia. Los bancos y las instituciones financieras empaquetaron posteriormente estas deudas junto con otras de alto riesgo y vendieron estos paquetes de deuda a inversores de todo el mundo, creando unos instrumentos financieros llamados obligaciones de deuda garantizadas.
Inicialmente se pensó que la crisis inmobiliaria no traspasaría las fronteras de los Estados Unidos, pero rápidamente sus efectos se propagaron por todo el mundo, dejando una estela de instituciones financieras seriamente dañadas. El mundo sería testigo de las consecuencias de la globalización financiera y de los efectos que puede tener una crisis de confianza.
Además del dinero, la confianza es un elemento imprescindible para el funcionamiento del sistema financiero global. Sin confianza entre prestamista y prestatario, nadie está seguro de que la otra parte cumpla el acuerdo o transacción y el sistema se paraliza. Cuando las empresas tienen dificultades para acceder al crédito bancario para financiar sus inversiones, cuando desaparece el crédito comercial o cuando los proveedores no pueden conseguir seguros de crédito, los efectos sobre la economía real son enormes.
A muchos expertos les ha sorprendido la densa red de inversiones cruzadas que se había tejido entre los distintos sistemas financieros y lo poco que sabía cada participante sobre los riesgos que había asumido. El sector financiero ha experimentado un crecimiento vertiginoso en las pasadas décadas y un sinfín de nuevos instrumentos y formas de hacer negocios han sido desarrollados por gestores imaginativos. Se han creado paquetes compuestos por deudas y los activos que las avalan, y se han revendido una y otra vez hasta que nadie sabía a ciencia cierta cuál era el riesgo real.
Los seguros de crédito animaron a los bancos a asumir riesgos que, en otras circunstancias, quizás no hubieran aceptado y les permitieron aumentar el tamaño de la deuda en sus balances hasta niveles excesivos. En definitiva, el crecimiento explosivo del sistema financiero creó una compleja maraña en la cual los riesgos se dispersaron sin ningún tipo de regulación o control tradicional.
Esta situación es también consecuencia del desarrollo a lo largo del último cuarto de siglo de un sistema bancario «a la sombra» de sociedades de inversión, fondos de inversión de alto riesgo (hedge funds) y operadores de productos derivados que, si bien padecen los mismos riesgos que la banca tradicional, no están sujetos a sus mismas reglas. Todo el sistema financiero se ha ido volviendo cada vez más y más complejo durante las últimas una o dos décadas. La crisis que estamos experimentando en la actualidad supone, en gran medida, el desenredo a ritmo constante de dicho complejo sistema financiero.
Al igual que sucedió en crisis anteriores, al estallar la burbuja inmobiliaria estadounidense y sufrir un brusco parón el consumo financiado con crédito, se ha demostrado lo que un apetito desmesurado por el riesgo puede hacer cuando se combina con la ausencia de regulación. Sin embargo, si volvemos la vista atrás, vemos que cada una de las crisis internacionales anteriores ha ofrecido pistas sobre los mecanismos según los cuales se desarrolla una crisis financiera, y nos ha mostrado los métodos para salir de ella. Con la crisis actual ocurrirá otro tanto.