La poderosa minería mexicana
Los mexicanos han explotado la rica geología de su país desde antes de la llegada de los conquistadores españoles. Hoy, sus empresas mineras más importantes se encuentran entre las mejores del mundo, dos de las cuales colaboran estrechamente con SKF.
Los mexicanos han explotado la rica geología de su país desde antes de la llegada de los conquistadores españoles. Hoy, sus empresas mineras más importantes se encuentran entre las mejores del mundo, dos de las cuales colaboran estrechamente con SKF.
Industria
Mucho más que una industria, la minería forma parte inseparable del rico tejido de la historia de México desde hace más de cinco siglos.
Cuando el conquistador Hernán Cortés tuvo su primer encuentro con el emperador Moctezuma en 1519, los lugartenientes del líder azteca le cubrieron con un «dosel maravillosamente rico de plumas verdes, decoradas con oro, plata y perlas», según el cronista español Bernardo Díaz del Castillo. Pero aunque el oro atrajo a los conquistadores españoles a México, fue la plata la que los hizo ricos. Y durante los 300 años que duró su dominio, también explotaron minas de cobre, plomo, hierro y otros metales.
La riqueza generada por la minería fue un factor clave para la independencia de México, hace casi 200 años, en la Revolución Mexicana de principios del siglo pasado y en la liberalización de los mercados que acompañó la asociación de libre comercio de México con los Estados Unidos y Canadá en 1994.
Industrias Peñoles, el primer productor mundial de plata refinada, forma parte de esa tradición. Peñoles forma parte de un grupo empresarial dirigido por Alberto Baillères, con intereses además en el comercio minorista de lujo, seguros e infraestructuras de agua.
Impulsada por el alza de los precios de los metales, Peñoles obtuvo unos resultados excelentes en el primer trimestre de 2008, con más de 1.400 millones de dólares en ventas y un beneficio neto de 100 millones de dólares. Peñoles siempre está buscando nuevas oportunidades de negocio. En mayo de 2008, se convirtió en la primera empresa mexicana cotizada en la Bolsa de Londres, tras una OPI de su filial Fresnillo que recaudó 2.000 millones de dólares. El valor bursátil resultante fue suficiente para situarla entre las 100 primeras empresas del índice Financial Times.
Fresnillo es el nombre de la legendaria mina de plata de Peñoles –la más rica del mundo– en el estado de Zacatecas en la zona centro-norte del país. Pero Peñoles no vive sólo de la plata. Apostando por el alza de los precios del cobre, desarrolló la mina de cobre de Milpillas, en Sonora, que entró en funcionamiento en 2006 y está aumentando progresivamente su producción.
«Milpillas es una mina subterránea y, como suele ser el caso en este tipo de operaciones, teníamos un problema con las inundaciones», dice Daniel Barragán, vicepresidente adjunto de compras de Peñoles. El agua es un problema constante en la minería subterránea».
Rybalsa Laguna, distribuidor de SKF, suministró bombas para achicar el agua. Pero una mina subterránea no es como el suelo de una cocina. Además de agua, las bombas aspiraban tierra, gravilla y lodo que atascaban los motores de las bombas, dejándolos, en muchos casos, inutilizables.
Ante este problema, Javier Rodríguez, director general de Rybalsa Laguna, se puso en contacto con SKF, cuyos ingenieros modificaron las juntas de las bombas. «Las nuevas juntas dejan entrar el agua pero no la suciedad que estaba dañando la maquinaria», dice Barragán. Al poco tiempo, Milpillas volvió a recuperar el calendario previsto. Milpillas es un proyecto de 220 millones de dólares que, según las previsiones, producirá 55.000 toneladas de cobre electrolítico al año cuando esté a pleno rendimiento. El cobre electrolítico es la forma más pura del metal.
Unas bombas eficientes ofrecen ventajas por partida doble. No sólo reducen costes, también protegen el medio ambiente. En Milpillas desempeñan un papel clave en el reciclaje del agua –un recurso escaso en gran parte del norte de México– cumpliendo el objetivo de Peñoles de implementar soluciones respetuosas con el medio ambiente.
Otro actor importante de la industria minera mexicana es Grupo México, dirigido por Germán Larrea. Además de explotar minas importantes en México y Perú, Grupo México posee ferrocarriles en México y Estados Unidos. En el primer trimestre de 2008, Grupo México declaró un beneficio neto de 453 millones de dólares y sus ventas ascendieron a 1.740 millones de dólares, a pesar de una larga huelga en Cananea, una de sus principales plantas de cobre en México.
Pero la minería no siempre es tan rentable. Grupo México también ha pasado por tiempos difíciles, cuando los precios de los metales eran bajos. Son tiempos en los que un control férreo de los costes es la única manera de evitar el cierre de minas y la pérdida de los miles de puestos de trabajo que llevan a algunas de las zonas más remotas y deprimidas de México.
Manuel Téllez, director de suministros de la unidad de minería mexicana de Grupo México, es empleado de la empresa desde principios de los 80, cuando se inició en el departamento de compras de uno de los proyectos que más enorgullece a la empresa: la refinería de zinc electrolítico en el estado central de San Luis Potosí.
La refinería entró en funcionamiento en 1982 con un coste de unos 200 millones de dólares. La capacidad de producción anual es de unas 105.000 toneladas de zinc puro y aleaciones de aluminio, magnesio y cobre, además de 700 toneladas de cadmio y 180.000 toneladas de ácido sulfúrico.
Téllez conoce todas las unidades de Grupo México como la palma de su mano, pero confiesa un cariño especial por la refinería de zinc. «En aquel tiempo, era un novato, igual que casi todos los demás. Era un grupo magnífico de gente. Y la planta era una maravilla».
La experiencia también le hizo reflexionar. El departamento de compras de Grupo México, pensaba él, no era ni de lejos tan eficiente como debía ser. «Cada año se organizaba un encuentro en el cual los proveedores –entre ellos SKF– mostraban sus productos e intentaban conseguir pedidos. Los precios ofertados eran atractivos, pero pocos proveedores querían o podían garantizar apoyo para sus productos», explica Téllez. «Y el tiempo entre encuentros era demasiado largo para una industria que cambia rápidamente».
Por eso, Téllez elaboró una propuesta para el cambio, basada en convenios a largo plazo con los proveedores, que recibió luz verde de la dirección de la empresa. Así nació el sistema de convenios permanentes de Grupo México con sus proveedores, SKF entre ellos.
De repente, Grupo México tenía proveedores fiables que prestaban apoyo todo el año. Y además, era posible mantener niveles bajos de existencias, aplicando la filosofía «justo a tiempo» que estaba ganando popularidad por aquel entonces en el mundo empresarial.