Más dinero con menos energía

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Ante la escalada continua de los precios del petróleo y la creciente preocupación por el medio ambiente, la industria ve en la eficiencia energética un medio para ahorrar dinero y cuidar el entorno.

Para la mayoría de las empresas del mundo, ahorrar energía y mejorar la eficiencia de sus procesos es simple sentido común. Pero con el petróleo a 100 dólares el barril y las crecientes exigencias de consumidores, empleados y accionistas hacia las empresas para que se preocupen por el medio ambiente y el calentamiento global, la eficiencia energética se ha convertido en una prioridad.

Las fuentes de energías renovables, como la energía eólica y solar, se cuentan entre las principales soluciones para reducir el impacto del consumo de energía en el medio ambiente. Pero incluso los partidarios más entusiastas de las energías alternativas admiten que la manera más fácil y más rápida de reducir las emisiones de dióxido de carbono y la contaminación atmosférica es aumentar la eficiencia en el consumo energético.

Este objetivo no es nuevo. De hecho, en 2006, la economía estadounidense utilizó un 45 por ciento menos de energía para producir un dólar de PIB que en 1975. Y empresas como IBM, DuPont y Texas Instruments han logrado ahorros sustanciales en su uso de la energía. Por ejemplo, en la pasada década la empresa química DuPont ha aumentado la producción casi un 30 por ciento al tiempo que ha reducido el uso de energía un 7 por ciento, ahorrando así más de 2.000 millones de dólares en el proceso.

«Las empresas quieren obtener beneficios. Hacer un uso más eficiente de la energía es una excelente forma de ser más rentable», dice Amory B Lovins, cofundador del instituto Rocky Mountain Institute (RMI) y un destacado experto en eficiencia energética de las tres últimas décadas. «Básicamente, eficiencia energética significa hacer el mismo o un mejor trabajo con menos energía, más inteligencia y menos dinero». En noviembre de 2007, Lovins añadió el Volvo Environment Prize a su extensa colección de premios.

La industria es mucho más eficiente ahora pero todavía queda mucho por hacer. A medida que sube el precio de la energía, se hacen más rentables las inversiones de envergadura y se desarrollan nuevas tecnologías.

«En general, diría que las empresas del mundo industrializado podrían mejorar su eficiencia energética en un 50 por ciento sin gran esfuerzo. Y como aparecen tecnologías nuevas continuamente, el potencial aumenta constantemente».

Según Lovins, en vez de analizar componentes individuales de un proceso o un edificio, se pueden lograr eficiencias energéticas mucho mayores con una perspectiva global. De acuerdo con la teoría económica tradicional, cuantos más recursos se ahorran, más habrá que pagar por el próximo incremento de ahorro, un fenómeno que se denomina «rendimiento decreciente».

Pero cuando el diseño tiene en cuenta el sistema en conjunto, esta teoría deja de ser aplicable. La ingeniería de sistemas enteros muchas veces permite «perforar la barrera de costes», dice Lovins, con lo que ahorros muy grandes cuestan menos que ahorros pequeños o nulos.

Por ejemplo, cuando se construye una casa, instalar ventanas ligeramente mejores y un aislamiento ligeramente más grueso costará más de entrada pero ahorrará energía a lo largo de la vida útil de la casa. En estos casos, la curva de rendimiento decreciente llega a un límite de coste-eficacia en el que añadir más aislamiento costará más que la energía que ahorra. Sin embargo, el diseño de sistemas enteros contempla inversiones que, a primera vista, pueden parecer poco rentables pero pueden producir un beneficio que se ha pasado por alto: reducir las dimensiones de la instalación de la calefacción o incluso eliminarla totalmente.

Desde 1999, además de formar parte de un grupo de expertos, el RMI también asesora a muchas de las empresas más importantes del mundo. Ha trabajado con empresas en 29 sectores para rediseñar instalaciones y suele conseguir ahorros energéticos del 30 al 60 por ciento, con lo que se amortiza el coste adicional del diseño eficiente en pocos años. En el diseño de instalaciones nuevas, el ahorro puede llegar hasta el 90 por ciento y muchas veces con un coste de inversión inferior.

La eficiencia energética se ha convertido en una mina de oro potencial tanto para las empresas que consiguen mejorar su eficiencia energética como para aquellas que comercializan soluciones. Muchas empresas ya invierten sistemáticamente para reducir su consumo energético.

«En los años 90, cuando empezamos a hablar de eficiencia energética frente a la energía del carbón, hablábamos de cuatro centavos de dólar por kilovatio hora de carbón y cuatro centavos de eficiencia energética», dice R Neal Elliott, director de programas industriales del Consejo americano para una economía energéticamente eficiente, en una entrevista concedida al New York Times. Pero hoy, señala el experto, «un kilovatio-hora de energía proveniente del carbón cuesta 10 centavos de dólar, 20 si se cuentan los impuestos; y la eficiencia energética sigue siendo de cuatro centavos o menos».

Con estos números, no es de extrañar que las tecnologías eficientes no sólo sean populares entre directivos que quieren reducir costes y emisiones de dióxido de carbono, sino también que se hayan convertido en preferidas de los mercados de capitales. En julio de 2007, Merrill Lynch presentó su Índice de Eficiencia Energética (IEE) con un total de 40 empresas globales en cuatro sectores que se beneficiarían de mejoras en su eficiencia energética. Se diferencia de otros índices «verdes» en que se centra en la demanda energética y no en las tecnologías nuevas para proporcionar fuentes de energías renovables.

«Los inversores han dedicado más recursos y atención a la energía renovable, pero la eficiencia energética sigue siendo un campo relativamente inexplorado. Creemos que la eficiencia energética representa una oportunidad de mercado importante para los inversores, ya que las nuevas políticas forzarán un cambio estructural de la demanda», dice Asari Efiong, analista de Merrill Lynch.

Merrill Lynch señaló los sectores de automoción, materiales de construcción, bienes de capital y semiconductores como los más susceptibles de beneficiarse de una mayor eficiencia energética.

Varias empresas tradicionales de ingeniería también se están beneficiando de los esfuerzos de otras empresas para reducir su consumo energético: ABB, Alfa Laval y SKF son algunos ejemplos de empresas que han visto cómo han aumentado sus resultados y cotizaciones bursátiles gracias al interés de sus clientes por mejorar su eficiencia energética.

Aunque las empresas buscan mejorar la eficiencia energética en todas sus actividades, no sólo en la producción, algunos ámbitos parecen ofrecer más potencial que otros. Por ejemplo, muchas empresas con grandes flotas de camiones o coches pueden reducir sustancialmente sus emisiones de gases de efecto invernadero simplemente comprando vehículos más eficientes. Wal-Mart se ha comprometido a doblar la eficiencia de su enorme flota de 6.800 camiones en 2015, lo que le supondría un ahorro neto de al menos 494 millones de dólares anuales en 2020.

En la industria manufacturera, el uso de motores eléctricos más eficientes podría ahorrar mucha energía y mucho dinero. Se estima que los motores, la mitad de ellos en bombas y ventiladores, consumen hasta el 60 por ciento de la electricidad que usa la industria. En Estados Unidos, una fábrica textil de Louisiana invirtió 130.000 dólares en ventiladores más eficientes y consiguió ahorrar 100.000 dólares al año en su factura de electricidad, recuperando lo invertido en tan sólo 1,3 años.

En última instancia, se trata de sentido común económico. Ganar dinero salvando el planeta. «Ahorrar energía ofrece ventajas económicas», dice Lovins, «no por el hecho de frenar el calentamiento global, sino porque es mucho más barato ahorrar combustibles fósiles que comprarlos».