Minería en el extremo norte
A una latitud de 78 grados, Svea es la mina subterránea de carbón más septentrional del mundo y la única en la región nórdica.
A una latitud de 78 grados, Svea es la mina subterránea de carbón más septentrional del mundo y la única en la región nórdica.
Industria
Situada a 1000 kilómetros del Polo Norte –en Svalbard, el archipiélago noruego del Océano Ártico– Svea se ha enfrentado a todo tipo de dificultades en sus 92 años de historia. Sin embargo, es actualmente una de las minas de carbón subterráneas más modernas del mundo.
La mina es explotada por la empresa estatal noruega Store Norske Spitsbergen Kulkompani, o SNSK.
El logotipo de SNSK –visible en la flota de camionetas Toyota todoterreno que recorren las galerías de la mina– representa un imposible: una familia de osos polares con dos oseznos. Los osos polares no forman grupos familiares y los machos tienden a comerse a las crías.
Pero esta imposibilidad encaja perfectamente con Svea.
«Muchos han intentado ganar dinero con la minería del carbón en Svalbard y han fracasado», dice Gunnar Andreas Aarvold, jefe de mantenimiento de Svea. «Nosotros hemos demostrado que lo imposible es posible. Por eso, nuestro logotipo es una inspiración para nosotros».
Svalbard es una tierra helada y majestuosa, pero su superficie también lleva las cicatrices de asentamientos mineros abandonados o caídos en desuso, como el asentamiento ruso de Barentsburg, que tuvo que inundar su mina en 2008 por un incendio.
Sin embargo, Svea prospera, a pesar del catastrófico incendio que sufrió en 2005. Ese incendio supuso la pérdida de un año de producción y fue uno de los siniestros más caros de la historia para las compañías de seguros de Noruega.
La mina de Svea está situada a 60 kilómetros al sureste de Longyearbyen, la capital de Svalbard, pero por la orografía y el clima, no tienen conexión por carretera.
A Svea se puede llegar por avión a su pista de aterrizaje propia, por motonieve –teniendo cuidado con los osos polares, renos y zorros árticos– o por barco, aunque el fiordo Van Mijenfjord sólo está libre de hielo entre julio y diciembre, por lo que Svea tiene que almacenar el carbón extraído durante medio año.
Por ello, la situación de la mina de Svea plantea problemas logísticos únicos a la hora de abastecer la mina con piezas, maquinaria, comida, combustible y personal.
Las enormes excavadoras bulldozer, utilizadas para empujar el carbón en el puerto de Svea durante el verano y otoño, muchas veces se utilizan en invierno para arrastrar contenedores de 40 toneladas llenos de suministros sobre trineos especiales desde Longyearbyen, cruzando las montañas en un viaje de ida y vuelta que dura 24 horas.
Pero abastecer la mina y el asentamiento, frecuentemente a temperaturas de –30 ºC, es una operación sencilla si se la compara con el trabajo de extraer carbón desde profundidades de seis kilómetros dentro de una montaña.
«El problema al que se enfrentan todas las minas del mundo es sincronizar el trabajo de preparación de una nueva veta –carreteras, túneles de acceso, ventilación, electricidad, agua, aire, cintas transportadoras– con la excavación de una veta existente, para asegurar una producción continua», explica Aarvold.
En Svea, se tarda entre ocho meses y un año en excavar una veta de carbón, que generalmente mide cuatro metros de alto, 250 metros de ancho y tres kilómetros de largo. Se tarda aproximadamente el mismo tiempo en preparar una veta adyacente.
El corazón de la actividad minera es una rozadora Joy de tajo largo provista de potentes cizallas cilíndricas que arrancan 80 centímetros de carbón con cada pasada. La máquina recorre continuamente las paredes de la galería de un lado a otro. Dependiendo de la consistencia de la roca, puede avanzar entre 10 y 20 metros al día.
«Con todo el equipo que viene después –transformadores, generadores, sistemas hidráulicos, etc.– es como mover una fábrica de SKF cada día», observa Aarvold.
Los operadores se quedan debajo de una cubierta con fijación hidráulica, que también avanza, y controlan la máquina a distancia. Es un trabajo duro, sucio y polvoriento, pero muy bien pagado.
Una vez arrancado el carbón de las paredes de la mina, un robusto sistema transportador lo lleva por un túnel separado de 13 kilómetros de largo hasta el asentamiento de Svea. Con un estruendo como una cascada, el carbón cae al exterior, formando una montaña de la que una enorme excavadora recoge el carbón y lo carga sobre pesados camiones Volvo que lo llevan al puerto, a 12 kilómetros de distancia.
Entre julio y diciembre de cada año, unos 70 barcos, algunos de los cuales son del tamaño de un Panamax y desplazan más de 70 000 toneladas, ponen rumbo a Svalbard para cargar carbón noruego de alta calidad.
«Cuando llego los lunes, tengo que ver y oír esta cascada de carbón. De lo contrario, sé que va a ser una semana terrible», dice Aarvold, que vive con su familia en Longyearbyen, pero se desplaza cada día a Svea en motonieve durante el invierno.
Una larga historia
La empresa Store Norske Spitsbergen Kulkompani fue fundada en 1916 cuando se hizo cargo de la extracción de carbón de las minas de Spitsbergen, propiedad hasta entonces de la American Arctic Coal Company, dirigida por John Munro Longyear, que dio su nombre a la capital de la isla, Longyearbyen.
En 2007 SNSK tuvo un volumen de ventas de 2200 millones de coronas noruegas (256 millones de euros), con 400 empleados y una producción de 4,1 millones de toneladas de carbón. El yacimiento de Svea fue adquirido a Suecia en 1934 –de ahí su nombre– pero no fue plenamente productivo hasta 2001.
El yacimiento Svea Nord tiene unas reservas comercialmente viables de unos 17 millones de toneladas, es decir, suficiente para otros ocho años de explotación. Se está estudiando otro yacimiento descubierto en Lunckefjell, que podría ser viable en 2014, con reservas hasta 2019.
La mayor parte del carbón se envía a clientes en Alemania, Inglaterra y Francia. El 54 por ciento se utiliza en centrales térmicas, el 28 en la siderurgia y el 18 por ciento en la industria cementera.
Históricamente, SNSK ha desempeñado un papel importante en el desarrollo y sostenimiento de la comunidad en Longyearbyen, aunque la gestión de los servicios sociales, como las escuelas y los hospitales, fue asumida por el gobierno noruego en 1989.