Sostenibilidad pasiva

Las casas pasivas y los edificios ecológicos por fin empiezan a extenderse a medida que los constructores se dan cuenta de sus beneficios medioambientales y económicos. Los edificios que utilizan poca energía útil o ninguna desempeñan un papel importante en la lucha contra el calentamiento global.

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Las casas pasivas y los edificios ecológicos por fin empiezan a extenderse a medida que los constructores se dan cuenta de sus beneficios medioambientales y económicos. Los edificios que utilizan poca energía útil o ninguna desempeñan un papel importante en la lucha contra el calentamiento global.

Industria

Resulta extraño hablar de «pasiva» para referirse a una construcción, ya que los edificios no van a ninguna parte ni hacen nada. Pero hoy «pasivo» se refiere a un consumo energético extremadamente bajo, sin recurrir a una fuente de energía activa. Por consiguiente, una casa pasiva es simplemente una casa normal hermética y muy bien aislada. Está equipada con un intercambiador de calor eficiente que ventila la casa, sustituyendo el aire viciado del interior con aire fresco procedente del exterior. Utiliza el aire caliente que sale del interior para calentar el aire que entra. El calor que generan personas, electrodomésticos y otros objetos es suficiente para mantener caliente la casa, incluso en las condiciones invernales de climas fríos como el de Escandinavia.

En climas más cálidos, donde el problema puede ser el calor excesivo, el intercambiador de calor simplemente funciona en el sentido inverso, enfriando el aire que entra con el aire que sale de la casa. En una casa bien aislada, reduce enormemente la necesidad de aire acondicionado.

El concepto de casa pasiva existe desde hace algún tiempo, pero ha sido recientemente, con el precio de la energía por las nubes y una creciente conciencia medioambiental, cuando la idea ha empezado a ganar adeptos. Las casas pasivas siguen siendo algo excepcional.

Aunque una casa pasiva, por definición, no tiene ninguna fuente directa de calefacción, consume energía para generar luz, hacer funcionar los electrodomésticos y, en algunos casos, disponer de agua caliente. Pero, en Suecia, por regla general, una casa pasiva consume unos 90 kWh menos de energía por metro cuadrado que la casa «activa» media. También reduce en torno al 70 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero.

«Podría tener un enorme impacto en el esfuerzo por reducir el consumo energético y las emisiones de dióxido de carbono», dice Hans Eek, arquitecto y pionero en la construcción de casas pasivas, galardonado en 2003 con el Premio de Gotemburgo al Desarrollo Sostenible (véase el recuadro). «El sector de la vivienda supone aproximadamente el 40 por ciento del consumo de energía y el 50 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono».

En Suecia, Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos, se han puesto en marcha varios proyectos para construir casas pasivas a gran escala. En Gotemburgo, Suecia, la empresa municipal de la vivienda Framtiden ha declarado que a partir de 2009 al menos el 40 por ciento de sus casas nuevas serán pasivas.

Con frecuencia, a una casa pasiva se le incorporan paneles solares para calentar el agua, así como paneles fotovoltaicos, creando lo que se denomina una casa de «energía cero».

En Boulder, Colorado, EE. UU., Eric Doub, propietario de Ecofutures Building, construyó una casa de energía cero en 2005. Doub tiene enmarcado en la pared un cheque por 8,45 dólares que la empresa eléctrica local, Xcel Energy, le envió en 2006 cuando su casa aportó más energía a la red eléctrica de la que consumió. La casa de Doub, llamada «Solar Harvest» («cosecha solar»), almacena el calor del sol en un depósito subterráneo de agua de grandes dimensiones y genera electricidad a partir de paneles fotovoltaicos en el tejado.

Casas como la de Doub en Boulder y casas pasivas en Suecia y Alemania forman parte de una tendencia más amplia hacia lo que se denominan edificios «verdes», que son edificios nuevos o reformados que consumen menos energía y agua y producen menos aguas residuales. El objetivo global es reducir sustancialmente el impacto medioambiental de estos edificios.

Aunque escasean las normas internacionales uniformes sobre edificios verdes, edificios de bajo consumo y casas pasivas, las normas de la UE estipulan que un edificio verde debe consumir al menos un 25 por ciento menos de energía que lo especificado en las normas nacionales de construcción en el país en el que se ha construido. Sin embargo, las reducciones reales suelen ser muy superiores.

Según un informe publicado en los EE. UU., es habitual que los edificios ecológicos más avanzados reduzcan su consumo energético en un 30, 40 o incluso 50 por ciento respecto a los edificios convencionales y los edificios más eficientes ahorran un 70 por ciento del consumo de los edificios convencionales. El informe también indicó que los edificios norteamericanos contribuyen a la liberación de más de 2.200 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono a la atmósfera, alrededor del 35 por ciento de todo el continente. Sin embargo, si se consiguiera la implantación rápida de tecnologías avanzadas emergentes y actualmente disponibles de ahorro energético, las emisiones de CO2 podrían reducirse en 1.700 millones de toneladas en 2030 respecto a las emisiones proyectadas para ese año, sin cambiar el enfoque tradicional. Una reducción de tal envergadura sería casi equivalente al CO2 emitido por todo el sector del transporte de EE. UU. en el año 2000.

Otro beneficio que ofrecen las casas pasivas y otros tipos de construcciones ecológicas es un clima interior de mejor calidad. A través de una ventilación eficiente, que aspira aire desde el exterior a través de filtros eficientes y la ausencia de corrientes y fugas, el aire del interior de las casas pasivas y los edificios verdes suele ser mucho más saludable que el aire exterior, sobre todo en las grandes ciudades.

Los problemas de moho que a veces se asocian a edificios bien aislados y herméticos no se dan en las casas pasivas o edificios ecológicos modernos con una
ventilación eficiente.

A pesar de sus probadas ventajas para el entorno, la economía y la salud, las casas pasivas y los edificios verdes representan una mínima fracción de la construcción de viviendas y edificios comerciales nuevos. Sin embargo, la subida imparable de los costes energéticos durante los últimos años y una creciente sensación de urgencia respecto al cambio climático están ayudando a agilizar la implantación de las casas pasivas y los edificios ecológicos en general.

«Empieza a haber movimiento y creo que habrá un crecimiento rápido en los próximos años», dice Svante Wijk, coordinador de energía de NCC Construction, una de las constructoras más importantes de la región nórdica.

También ayuda el hecho de que los costes de la construcción ecológica van bajando progresivamente. Hoy, la actitud de los constructores no se basa en si vale la pena construir así, sino en qué medida. Otro factor que probablemente acelerará el proceso es la voluntad de gobiernos y autoridades, incluyendo la UE, de introducir normas integradas y mucho más estrictas para la construcción. Muchos creen que los edificios de bajo o incluso cero consumo energético serán obligatorios en los próximos años.

Revolucionarias contribuciones de Hans Eek y Wolfgang Feist
El arquitecto sueco Hans Eek y el investigador alemán de energía Wolfgang Feist fueron los ganadores conjuntos del Premio de Gotemburgo al Desarrollo Sostenible de 2003 por su aportación extraordinaria al desarrollo de las casas pasivas. Eek es el principal diseñador de las casas adosadas en Lindås, Suecia, que son calentadas por sus moradores. Se construyeron en 2001 y se consideran las primeras casas pasivas del país. Feist ha construido casas adosadas similares en Alemania y fue director científico del proyecto Cepheus de la UE, en el que también colaboró Hans Eek. Cepheus promovió proyectos de vivienda pasiva en Austria, Suiza, Francia, Suecia y Alemania.

El Premio de Gotemburgo al Desarrollo Sostenible es un premio internacional que se otorga en reconocimiento a avances en el campo del desarrollo sostenible. La primera entrega del premio tuvo lugar en otoño del año 2000 e incluye un premio en metálico de 1 millón de coronas suecas (unos 107.000 euros). El premio está administrado y financiado por una coalición formada por el Ayuntamiento de Gotemburgo y 12 empresas, entre ellas SKF.