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Una misión oscura

En el extremo sur de la Tierra, un telescopio ayuda a los científicos a resolver un gran misterio del cosmos.

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Datos

SKF en el Polo Sur

En 2010, los investigadores de la Universidad de Chicago detectaron problemas en el rodamiento de orientación del Telescopio Polo Sur, la gran corona sobre la que se sustenta el telescopio, y pidieron ayuda a SKF.

SKF envió equipos para monitorizar las vibraciones, tanto antes como después de cambiar el rodamiento. Desde entonces, los científicos han seguido enviando datos desde el Polo Sur por vía satélite a Johnny Simmons, experto de SKF en el análisis de vibraciones de baja velocidad. “Estamos buscando problemas de lubricación que podamos solucionar proactivamente”, dice Simmons.

¿Y dónde procesa Simmons estos datos? En Jacksonville, Florida, donde no hace tanto frío como en el Polo Sur.

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Mark Frogley

Abróchese el cinturón. Vamos a llevarle a un viaje emocionante por el universo. Empieza en el helado Polo Sur, donde un enorme telescopio de microondas recoge datos sobre sucesos cósmicos ocurridos hace 7.000 millones de años, cuando la Tierra aún no existía ni tampoco brillaba el Sol. Mediante el estudio del peso de lejanos cúmulos de galaxias, los científicos esperan poder contestar a una pregunta aterradora: ¿Se aleja el universo de nosotros?

Esa pregunta lleva a otra. Si el universo realmente se está alejando a una velocidad cada vez más vertiginosa, ¿lo empuja una fuerza llamada energía oscura?

Según Stephan Meyer, astrofísico de la Universidad de Chicago, la energía oscura puede ser real o “puede ser una ilusión geométrica, un simple espejismo”. Los datos obtenidos en el pasado son ambiguos debido a la dificultad para medir la velocidad de objetos muy lejanos.

Buscando una respuesta mejor, Meyer y un equipo de investigadores viajaron en repetidas ocasiones a la Antártida para ayudar a construir el Teles­copio Polo Sur y analizar la enorme cantidad de datos que recibe desde principios de 2008.

El clima del Polo Sur, tan seco que hace que se le considere un desierto, es el entorno perfecto para un telescopio de microondas. “Hace falta una atmósfera muy seca y estable”, dice Meyer. Durante los seis meses de noche invernal, dice, “las condiciones para la observación son más constantes y uniformes que en cualquier otro lugar de la Tierra”.

Meyer y su equipo estudian cúmulos de galaxias. Son las estructuras más grandes conocidas en el universo y están compuestas por miles de millones de estrellas. Pero a los científicos no les interesa la luz que emiten, sino las distorsiones que provocan en el fondo cósmico casi uniforme de microondas, un vestigio del Big Bang, que tuvo lugar hace unos 13.700 millones de años. Estas pequeñas distorsiones reciben el nombre de Efecto Sunyaev Zel’dovich, los dos físicos rusos que lo postularon en 1970.

“Vemos las sombras de los cúmulos de galaxias”, dice Meyer. “Es como ver el azul del cielo a través de un globo de gasa”.

Asombrosamente, estas distorsiones en las microondas permiten a los científicos determinar con precisión el peso de los cúmulos de galaxias. “Es como hacer un censo de todos los habitantes de una ciudad, pesando a cada individuo para ver cuántos son obesos”.

Pero resulta que los cúmulos de galaxias más cercanos pesan menos de lo que esperaban los científicos. Nacidos en el Big Bang, la gravedad inicialmente atrae a los objetos a su alrededor, acumulando materia y peso. Pero los datos sugieren que, al alcanzar cierto punto en su ciclo vital, estos enormes cúmulos dejan de ganar peso.

Si los científicos tienen razón, el que los cúmulos dejen de crecer se explica por la energía oscura, que empuja las estructuras, separándolas y contrarrestando la fuerza de la gravedad.

Si se demuestra la existencia de la energía oscura, será un triunfo póstumo para Albert Einstein. “Einstein añadió una constante cosmológica, una fuerza que contrarresta la gravedad”, dice Meyer. “Cuando se determinó que el universo se expandía, Einstein lo denominó ‘el mayor error de su carrera’. Pero puede que, después de todo, tuviera razón”.

Entre 2008 y 2011, el Telescopio Polo Sur exploró unos 2.000 grados cuadrados, el equivalente a una décima parte del cielo austral. Solamente hizo falta una reparación importante durante el verano de 2011, cuando se sustituyó el rodamiento de orientación que permite al telescopio girar en un plano horizontal, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.

Hoy el telescopio se dedica a otros retos. “Estamos instalando un radiómetro nuevo para detectar la radiación”, dice Meyer. “Medirá la polarización de las microondas para que podamos contestar a una pregunta un poco distinta sobre la expansión del universo”.

Mientras tanto, Meyer y el equipo de astrofísicos analizan los datos que el telescopio ya ha recogido para calcular el peso, con el paso del tiempo, de los cúmulos de galaxias. ¿Demuestran sus resultados que la energía oscura existe?

“De momento parece que sí”, dice Meyer. “Aún es pronto para asegurarlo, pero hoy por hoy parece que la energía oscura no es un simple problema de geometría sino una fuerza real”.

De ser cierto, el universo podrá seguir expandiéndose hasta que sus luces se apaguen y su energía se extinga, dejando un lugar frío, oscuro e inhóspito, semejante al Polo Sur en invierno.