Evolución rupturista
El mundo empresarial evoluciona a gran velocidad. Las aceleradoras y las incubadoras ofrecen a las grandes corporaciones una forma de seguir el ritmo de la innovación a la vez que apoyan a los líderes industriales del mañana.
Vivimos una época de continuas convulsiones provocadas por tecnologías nuevas e innovaciones que desafían a las industrias establecidas. Uber ha puesto patas arriba el sector global del taxi, Airbnb ha revolucionado el sector hotelero y el modelo de producción de medios de Netflix amenaza tanto las cadenas de televisión como las productoras cinematográficas de Hollywood.
Aceleradoras vs incubadoras
Aceleradoras:
- ofrecen a las empresas emergentes tutoría, asesoramiento y formación
- se centran en acelerar el proceso de desarrollo
- plazo corto, muchas veces entre 3 y 6 meses
- basadas en cohortes cerradas
- culminan en una graduación o demo day
Incubadoras:
- ofrecen a las empresas emergentes tutoría, asesoramiento y formación
- no se centran en acelerar el proceso
- plazo largo, hasta 5 años
- incorporación continua de empresas emergentes
- sin graduación o demo day
En otra época, las empresas establecidas podían confiar en un futuro brillante siempre que supieran adaptarse a la demanda de los consumidores. Pero hoy, corren el riesgo de quedar superadas en cualquier momento por un cambio tecnológico o de comportamiento.
¿De qué opciones disponen actualmente las grandes corporaciones para seguir el ritmo de las tecnologías disruptivas y dotar a sus empleados de las competencias necesarias? Una opción a la que recurren cada vez más empresas es exponerse activamente a la innovación mediante colaboraciones con empresas emergentes prometedoras. A través de programas “aceleradores” e “incubadores”, estas corporaciones envían a empleados suyos para que trabajen con los líderes de las nuevas empresas, con lo que facilitan el asesoramiento estratégico, la tutoría y, en algunos casos, el capital semilla. A cambio, las corporaciones pueden participar en el éxito del nuevo negocio y, quizás lo más importante, exponerse a nuevas formas de pensar y nuevas tecnologías.
Las propias empresas emergentes acceden a clientes potenciales e inversores estratégicos, además de asesoramiento experto en temas sectoriales y de gestión.
Ian Hathaway
Según el consultor Ian Hathaway, las corporaciones que apuesten por los programas para empresas emergentes obtienen a cambio un “asiento de primera fila en la frontera de la innovación”. Hathaway, investigador sénior no residente de la Brookings Institution, uno de los laboratorios de ideas más prestigiosos de los Estados Unidos, explica: “Están expuestas a la mentalidad de las empresas emergentes, con efectos beneficiosos para su propia cultura empresarial, ya que les permite diversificarse y mejorar sus actividades de desarrollo e innovación. Las propias empresas emergentes acceden a clientes potenciales e inversores estratégicos, además de asesoramiento experto en temas sectoriales y de gestión. También tienen acceso a mercados y proveedores a los que difícilmente podrían acceder sin ayuda. Por lo tanto, es una relación que beneficia a ambas partes”.
Aunque las definiciones pueden variar, dice Susan Cohen, profesora adjunta de la Robins School of Business en la Universidad de Virginia en Richmond, tanto las incubadoras como las aceleradoras ofrecen a las empresas emergentes un foro para desarrollar su negocio. Sin embargo, mientras las incubadoras tienden a ofrecer programas de larga duración de hasta cinco años, las aceleradoras priorizan una rotación rápida con un programa de plazo fijo que muchas veces culmina en un demo day. Tanto unas como otras pueden ser gestionadas de forma autónoma, promovidas desde la Administración Pública o integradas en una empresa.
Crece la prevalencia de ambos tipos de organización. Según un informe publicado en 2017 por la plataforma de financiamiento Gust, el número de programas aceleradores había crecido globalmente un 50% hasta 579 entre 2015 y 2016, y el número de empresas emergentes participantes se situaba en casi 9 000, con una inversión total de cerca de 206 millones de dólares.
SKF Innovation Challenge
En 2017, SKF lanzó el Innovation Challenge, que pretende forjar una colaboración estrecha con empresas emergentes para acelerar la transformación digital de SKF. La primera iniciativa se llevó a cabo en Francia, en colaboración con la empresa francesa de servicios digitales Atos, la base de datos científica Techniques de l’Ingénieur y la plataforma de innovación Agorize.
Más de 80 empresas emergentes presentaron su candidatura para participar en el proyecto y, después de un proceso de selección, 14 fueron elegidas para participar en un programa de tutoría con SKF. Finalmente, 4 empresas emergentes fueron premiadas. Sin embargo, su principal beneficio radica en la conexión creada entre las empresas emergentes y la “empresa grande” gracias a esta iniciativa. Hoy, se han puesto en marcha Pruebas de Concepto con 6 empresas emergentes: cuatro que proponen soluciones para al aprendizaje automático, una sobre la detección de calidad de mecanizado y otra sobre el control del consumo energético.
Considerada por muchos la primera aceleradora, la californiana Y Combinator también es una de las más conocidas; desde su fundación en 2005, ha ayudado a impulsar marcas conocidas globalmente como Dropbox, Airbnb y Reddit. Otras aceleradoras importantes incluyen Techstars –en cuyos programas participan Amazon, GE y Ford– y PlugAndPlay.
Según Cohen, aunque las aceleradoras suelen asociarse a software e informática, el concepto puede funcionar en casi cualquier sector. “Las vemos en un amplio espectro de sectores, que incluyen energía, alimentación, comercio minorista, telecomunicaciones, automoción y salud”, afirma.
En cuanto a las incubadoras, Idealab, de California, y The Icehouse, de Nueva Zelanda, han ayudado a miles de emprendedores a crear sus propias empresas.
En Suecia, el gigante tecnológico Ericsson, una empresa global de soluciones para el sector TIC, es un ejemplo de un negocio que fomenta proactivamente una cultura de innovación mediante colaboraciones estrechas con empresas emergentes. En 2014, creó Ericsson Garage, una “plataforma de innovación abierta” que, en palabras de su fundador y presidente Sandor Albrecht, representa un cruce entre una aceleradora y una incubadora. Con 13 Garages repartidos por América del Norte, Europa y Asia, constituyen foros donde los empleados pueden ausentarse de sus tareas habituales para trabajar en ideas para negocios nuevos. Cada año, la empresa también trabaja directamente con un pequeño grupo de empresas emergentes, que participan en un programa de seis meses, que incluye tutoría, capacitación y contactos con la fuerza de ventas y los clientes de la empresa.
Según Albrecht, con el foco de Ericsson en las posibilidades que ofrece la tecnología de telecomunicaciones 5G, el contacto con empresas emergentes ayuda a la empresa a detectar situaciones y oportunidades que, de otro modo, podría haber pasado por alto. “Una de las empresas emergentes incluidas en el programa de incubación de este año es Build-r, una pequeña empresa emergente sueca que quiere revolucionar el sector de la construcción con un robot capaz de instalar cartón yeso”, afirma. “Nunca se nos habría ocurrido una aplicación como esta y demuestra la capacidad innovadora de la plataforma 5G”.
Según Hathaway, las aceleradoras suelen ofrecer mejores resultados a las empresas emergentes, en buena medida debido al ritmo acelerado de crecimiento.
“En general, las aceleradoras cumplen la finalidad para la cual han sido creadas, por ejemplo, potenciar la capacidad de las empresas aceleradas para conseguir una ronda de capital riesgo, adquirir clientes y cumplir otros parámetros clave de crecimiento”, explica. “Pero no todas las aceleradoras son efectivas. Muchas no tienen ningún impacto y algunas incluso pueden ser perjudiciales. La calidad importa”.
Respecto de las incubadoras, los datos tampoco son claros. Por ejemplo, la Kauffman Foundation revisó más de 30 estudios publicados y no encontró ninguna prueba concluyente de que tuvieran una influencia positiva sobre las empresas emergentes.
Por su parte, Cohen advierte de que simplemente conectar con una empresa emergente no es garantía de éxito. Cree que muchas empresas establecidas podrán encontrar otras formas de conservar su posición a medida que evolucione la tecnología. “Hay muchas innovaciones que no suponen ninguna amenaza para las empresas consolidadas”, afirma. “Por ejemplo, parece que los vehículos eléctricos quizás no tengan un efecto tan disruptivo en la industria automotriz. Desde luego, se trata de una innovación importante, pero eso no siempre significa que sea disruptiva”.
Hathaway, por su parte, recalca que las empresas establecidas deben mantenerse al día con las tendencias del mercado. Como ejemplo, señala el célebre caso de la empresa fotográfica Kodak, uno de los gigantes industriales de su época con una presencia global. Incapaz de percatarse del potencial de las tecnologías emergentes, la empresa se atascó en su modelo de negocio tradicional y acabó arrollada por el auge de las cámaras digitales. “Aquellas empresas que no busquen formas de adaptarse a la cultura disruptiva y la innovación corren el riesgo de sufrir la misma suerte que Kodak”, concluye.